Saturday, January 16, 2010
El mejor de los peores conserjes del mundo (parte I)
Cuando me ofrecieron el trabajo pensé que podía ser complicado, pero lejos de inhibirme de aceptarlo en mi interno ya había aceptado. Me parecía algo interesante, en lo que sin querer se aprenderían cosas y me iba a ayudar a entender ciertas cosas. Y no me equivoqué, porque fueron diez días (o mejor día diez noches) en las que estuve acompañado de Cortázar, Nietzsche, Kundera, los juegos del celular y mis pensamientos. Diez noches en que comprendí sin querer un montón de cosas que no me había detenido a valorar por culpa del ajetreo, la rutina y mis objetivos en mente. Con respecto a lo último, me di cuenta que aún cuando me he vuelto mucho más estructurado, responsable y constante en lo que hago, también sin que muchos logren notarlo hago cosas distintas, rompo la rutina, le doy sentido a las excepciones. Algo que antes no pasaba, porque las excepciones pasaban a ser costumbres en medio de una rutina. Ahora si logran ser verdaderas excepciones. Eso me deja tranquilo.

Sobre los muchos pensamientos sólo desarrollaré la idea de los que considero más trascendente.
El primero fue darme cuenta que mientras uno estudia por las noches, y se queja de eso o de cualquier otra cosa de la que pueda colgarse, o bien, trata de ver en su realidad una inmensa adversidad a su libertad soñada, mucha gente allá afuera está ganandose la vida, con más esfuerzo que el tuyo, desde otra realidad que es mucho más dura de la que tu si quiera logras imaginar. Muchos de esos empleos son invisibles a nuestros propios ojos, y ellos no están trabajando como tu para comprarse un poco de ropa, libros y financiarse las vacaciones. Ellos realmente necesitan ese trabajo, para poder financiar sus vidas y la de sus familias. Más allá de lo que les paguen, o si están o no a gusto en ellos, todos deben dejar algo de si mismos en esas sillas, cámaras de seguridad, escobas o lo que sea. Todos. Sin excepción.
Luego pensé que ellos mismos, que por lo general no ganan demasiado (un poco más del mínimo, o el mínimo en rigor) junto con no ser valorados por su empleador o por el mercado laboral en este caso, tampoco lo son demasiado por la gente a la que sirven. Lo constate siendo conserje, la gente que te saluda amablemente es la mayoria, pero se logra diferenciar cuáles son las que realmente lo hacen por educación, por cortesía, por obligación o realmente porque les nace de adentro. Un saludo, un feliz navidad o una sonrisa en un conserje le da sentido a lo que está haciendo. Me tocó escuchar al caballero del turno anterior al mio, como se refería a la gente del condominio, son unos mal agradecidos, no todos, pero la mayoría. Uno ha visto crecer a sus hijos, les ha llevado el diario a sus puertas, los ha salvado en más de una ocasión, pero es tu trabajo, te pagan por eso, es lo que mereces. Los agradecimientos, el respeto o simplemente ese reconocimiento a tu labor, no llega cuando debe. O no llega no más. Uno debe devolverse a su casa con la idea de que mañana debes volver al mismo lugar y seguir en esto, porque no hay otra opción y tu familia debe comer y vestirse.
Pensaba que desde niño que siempre me fijé en toda esa gente, en lo que hacían. Siempre me llamó la atención cómo mataban las horas que ya estaban muertas, al menos para ellos. Donde vivía en el norte había un conserje que siempre estaba rebobinando cassettes con lápices bic y yo pasaba, lo saludaba y siempre le preguntaba alguna cosa, seguramente estupideces, que para un no lo eran tanto. Sólo recuerdo que un día me dijo gracias, porque se aburría tanto pero sabía que de pronto iba a pasar, lo saludaría y nos quedaríamos conversando un rato. Recuerdo que un día me fui a comprar un superocho y un chocman, y cuando pasé por la caseta lo vi ahi solo y pensé que debía echar de menos a su familia (porque era de Punitaqui, un pueblo cerca de Ovalle) y en ese dilema de niño, le regalé el superocho. Después me arrepenti, porque el chocman parecía vencido.
En general siempre me fijé en esa gente que nadie veía, creo que crecí sin darme cuenta que una parte de mi siempre me llevaba a establecer relaciones amigables y hasta vínculos de afecto con los funcionarios y empleados de las distintas instituciones en las que he estado. Y me alegro que hasta el día de hoy pueda hacer eso, sin que logre darme cuenta. Supongo que es una empatía natural por las personas que me rodean. Un homenaje para todas esas personas bakanes, que tuve el honor de conocer y que espero que estén bien.
Entonces me pasó que estando del otro lado, veía esa gente que pasaba y esperaba a que alguien me preguntara algo distinto a si había correspondencia o si estaban los detalles de la contabilidad de administración disponible. Se acercó gente curiosa y me preguntó cosas. Me di cuenta que la gente más amable, son los inmigrandes. Que los que salen más temprano, son bipolares. Porque un día pueden salir radiantes y al otro andan apagados y gruñones. Sus expresiones faciales suelen decirlo. Que existe esa gente desagradable y sin educación que apenas te mira, o no te miran no más. Y pasan todos los días delante de ti, pero para ellos simplemente no existes. Los que desean que apretes cinco segundos antes el boton de la reja eléctrica, y los que esperan pacientes a si se te ocurre apretar el susodicho botón en algún momento. Y así tanta gente, multívora.
Entonces a lo segundo, nos vamos derechito. La madurez de la mente, del pensamiento, de la moralidad, o como quieras llamarlo. Me pensaba de niño, pensando alguna cosa y lo comparaba con el hoy y lo proyectaba al mañana. Me resulta increíble realizar ese ejercicio mental tan simple y complejo a la vez, en el que no sólo colocas la lógica y la memoria a prueba, sino que logras focalizar puntos de tu vida y sin darte cuenta relacionarlos con otros que viviste y los que quieres vivir alguna vez. Leerse el niño del pijama a rayas en casi tres horas, fue como volver a reaccionar a estímulos simples y a detalles que había olvidado de mi infancia. Y también poner a prueba que mi pensamiento crítico actual señala que a los nueve años, pensaba como un niño de más edad. Lo me venia a decir que hoy, pienso como un tipo más adulto, y asi llegando a mi terror. Pensar como viejo, y mi problemática neoexistencial: No pensar nunca como viejo. Si pudiera controlar eso, si siquiera pudiera detener esa evolución de mi pensamiento contrastado a la experiencia de las diferentes cosas y decirle que en un momento se detenga y en ese punto. Sé que depende de uno mismo, pero llega un momento en el que no te das cuenta y piensas arrastrado por las épocas que viviste y desarrollaste tu vida con mayor vigor y plenitud. Debes saber que me aterra saber que envejecerá mi mente, porque aun cuando te vuelves un viejo sabio, zorro y atolondrado, te congelas. Y no quiero congelarme.

Lo tercero, los maravillosos cuentos de Cortázar, el pensamiento de Nietszche y la narración de Kundera. Me di cuenta que en mi interactúan inconscientemente influencias de esos tipos, y ni siquiera eso, una parte del molde ya los traía incluidos.

Continuará..

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posted by Voknahelio at 3:28 AM | Permalink | 0 comments
Friday, January 15, 2010
Soltero indispuesto
La decisión estaba tomada inmediatamente después de oirla del otro lado del teléfono y una siesta. Cambiar una intemperie exquisita de mujer, por una espera vigente. Dejar una oportunidad de luces intermitentes por una razón de corte superior. La incertidumbre de apostar todas tus fichas al anverso de la muerte. No existe la necesidad de amores breves e intensos, lo verdadero es una convicción de haberla hallado después de un par de viajes y noches infinitas.
Esgrimirte argumentos para tratar de soslayar esos brazos comprensivos, no justificaría bajo ningún punto de vista lo que finalmente es un rechazo incólume. Pero sé que entiendes, porque es tu verbo favorito volando alto. Sé que en el fondo siempre has anhelado verme feliz, que conoces mejor que nadie lo que he tenido que soportar estos últimos años (los que terminan siendo al final mi vida y lo que actualmente escuchas y lees) y que no te importará demasiado.
Seré feliz, y yo sé que me quieres feliz.

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