Monday, January 15, 2007
Barquitos de papel

A veces me da por pensar que el mundo no existe, que vivimos una fantasía real. Otras veces trato de escaparme de esa realidad mediante incoherencias, esas incoherencias bien incoherentes y las cuales pocas personas logran comprender. No le tengo miedo a la muerte, ni a las lagartijas ni mucho menos a los veleros sin vela. Le tengo miedo a los amores de verano, a las impresoras cosmopolitas, a los sauces con cara de nombre suizo y quizás a lo de siempre, lo que se encuentra en los sentimientos y se vuelve dependiente de la locura bien cuerda, bien pensada. La mitología de las clásicas canciones y no tan clásicos significados.
Decir que no. Decir si después de negar lo que en verdad se vuelve una interrogación.
Cuando iba pasando por Frutillar, había una casita de madera barnizada. Casita simple de gran aire, y un gran satélite en el antejardín. La simple no tan simple casa y su satélite, eran comandados por una niña fisonómicamente alemana sentada en el pasto. Llegué a la conclusión de que se trataba de una familia descediente de alemanes que se dedica al turismo y la venta de kuchën en el pueblito. Y que en sus horas libres transmite un reality show de sus vidas para un país del medio oriente.
Después de eso me quedé dormido, y en Valdivia vi cisnes de cuello negro.

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posted by Voknahelio at 7:29 PM | Permalink |


1 Comments:


At 10:49 AM, Blogger Unknown

yo digo que hay que tener miedo.


pero sólo a algunas cosas.


:)

y la media volá con la casita de madera po oye!